¡Ah infinito amor
el
de la piedra!
alma seca, sin ruidos
ni suspiros,
a merced de la mano que se antoje
asirla, para usarla a su acomodo.
-
Encumbrada en pirámides inmensas,
en murallas, en torres,
castillos, obeliscos,
lo mismo que soberbia, resistiendo
la embravecida ira de los mares.
-
No existe como tú, materia alguna
con tantas cualidades diferentes,
vuelas por los espacios, desprendida
de ignoradas estrellas
y cometas,
sin trazar recorrido,
como dueña absoluta
de tu marcha ligera.
-
Bajo las aguas de cualquier arroyo
te arrastras refrescante,
o hecha
guijarro, bajo sol ardiente
resbalas
estridente,
y tras de sostener regios castillos
y amurallar ciudades,
y hacer de catacumbas,
y ser desde el principio
tan fuerte como ahora,
también te sublimizan
cuando en preciosas Jades,
esmeraldas, topacios,
Diamantes y Rubíes,
tocas pechos de reinas,
de Damas de alta alcurnia,
desde ayer
hasta ahora,
y a través de los años
y los
siglos.
¡AMÉN!
© Gabriel Moquete
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