Continuaba lloviendo
pero los rayos
del sol eran más fuertes
que cualquier día.
Ella con su capote,
yo con el mío,
huyendo de las gotas
que se escapaban
de las nubes azules
pero preñadas
como niñas humildes,
adolescentes.
Me miró con sus ojos
llenos de ansias,
y yo sentí temores
de tanto ardor,
y la enredé sereno
con un abrazo
escondiendo mis ojos
de su mirada,
temblando ardientemente…
¡lleno de amor!
Y la lluvia, celosa,
aceleró sus gotas
con más vigor,
entonces los abrazos
fueron más fuertes,
competencia de arrullos,
con más ardor.
Y ella con su capote,
yo con el mío,
pasamos largo rato,
así, abrazados…
y continuó la lluvia,
y continuamos…
como dos caracoles
enamorados.
© Gabriel moquete
precioso
ResponderEliminar