El sol un día
se sintió afiebrado,
tal vez, por el trajín de cada día
sintió algún resfriado
y se quedó dormido,
lo cierto es que se ignora
por qué motivos le cogió la hora.
Las estrellas felices retozaban
como pequeñas ratas luminosas
ante la ausencia del brillante gato.
La luna,
con un traje de arrebol
flotaba vanidosa.
Había un cruzar de luces en lo alto,
había un ir y venir, un despilfarro
de energía sideral.
Los cuásares distantes se asomaron,
nebulosas adversas se toparon,
¡había un caos celestial!
Y el sol, sobre una hamaca dormitaba,
y aturdido de fiebre deliraba
y soñó que era rey.
Y soñó que la reina y sus vasallos
hacían burlas de él.
© Gabriel Moquete.
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