sábado, 13 de octubre de 2012

Ballenas Jorobadas (Megaptera Novaeangliae)


YUBARTA


Por GABRIEL MOQUETE



Es todo un rito de amor,

da gusto verlas saltar
sobre la estela del mar
embrujadas de calor.
Calor de sexo, ¡calor!,
contentura de deseos,
de saltos y galopeos
que estremecen la bahía,
loca pasión de alegría
con tembloroso aleteo.


La bahía de Samaná

es la «mansión» escogida
para esta escena florida
del amor en libertad.
Vienen en marcha hacia acá
desde océanos muy fríos
e inician los desafíos
disputándose «la jeva»,
que en cada cantar renueva
la ansiedad de un amorío.


La ballena pertenece

al orden de los cetáceos,
se alimenta de crustáceos
y un sin número de peces.
Todo género que aprese
cuando abre su bocota
quedará como compota
o «mariscada al mangú»,
sólo con hacer ¡glu-glú!
pasará a su barrigota.


Carece de dentadura,

pero unas barbas carnales
posee en forma de canales
que el gran bocado tritura.
Cuando se da esa llenura
queda alegre del placer
y se puede mantener
varios meses en ayuno,
no le da apetito alguno
puede estarlos sin comer.


‘Yubarta’ es su nombre exacto,

esa es la que viene aquí
a gozar en el país
su apareado contacto. 
Cuando se dedica al acto
de conquistar al galán,
las olas vienen y van
con su aletear de acrobacia 
buscando caer en gracia
a su apetecido Adán.


Y canta, saltando canta

rebosante de alegría,
y el eco de la bahía
multiplica su garganta.
Y el galán llega, y se planta
como Ulises, vencedor,
que todo competidor
en las aguas de ese charco
¡tiene que templar el arco,
y ser muy buen tirador!


El cantar de las ballenas

30 kilometros anda
como para que se expanda
el goce de esta ‘verbena’.
Toda la bahía está llena
de idilio, de sol a sol,
es un continuo rumor
que en el ambiente se esparce,
esto allí debía llamarse,
¡la bahía del amor!


A pocos días, todo cesa,

los machos, a sus andanzas
y la hembra, con su panza
llevando un embrión, que pesa.
Ahora cada cual regresa
a sus mares de agua fría,
tal vez la Yubarta, un día
de intenso frío polar
añore un sol tropical,
¡y sueñe con la bahía!


© Gabriel Moquete

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