sábado, 22 de diciembre de 2012

JOSÉ MARÍA CABRAL, (El ajeno general ) 1816-1899


 de Gabriel Moquete


  
Año de mil ochocientos
en su pico diez y seis,
doce de diciembre, un rey,
brota al mundo en nacimiento.
Existe un buen fundamento
para decir que reinó,
ya la historia se encargó
de narrarnos sabiamente
la ruta de este valiente
que junto al valor vivió

Ingenio Nuevo, un lugar,
de San Cristobal cercano
parió a este Dominicano
que fue un soldado ejemplar.
Se distinguió al batallar
en marzo, aquél diez y nueve,
aún era joven, y llueve
tenaz contra el enemigo,
su valor es un testigo
de que es astuto, y se atreve.

El mozo se había educado
en escuelas de Inglaterra,
pero aquí se dio a la guerra...
¡era natural soldado!
Como se había destacado
en marzo con tal nivel,
había la confianza en él
de tenerlo en los combates,
 y al saber de sus quilates
 ¡lo ascienden a Coronel.

Duverge lo adoctrinó
en el arte de guerrear
y José María Cabral
muy buen alumno salió.
 Gran amistad acercó
con afecto a estos paisanos,
fueron como dos hermanos
para una misma misión :
 ¡enfrentar cada invasión
que intentaran los haitianos.

En esos tiempos, Santana
era el dueño del poder,
había que obedecer
a su orden soberana.
Por San Juan de la Maguana
viene el rival esta vez,
viene al son del interés
de instalar su dictadura,
se asoma por la llanura
extensa de Santomé.

Santana, desde el poder,
sentado en la capital
ordena el modo de actuar
 lo que se tiene que hacer:
¡Que no dejen ni beber
 a los caballos haitianos
en los ríos dominicanos…
... amenazó con sanciones
si sus duras instrucciones
no cumplían los milicianos.

Santana, por desconfianzas
políticas en Cabral
no lo puso a comandar
sobre la tropa que avanza;
más bien sus órdenes lanza
el héroe de Las Carreras,
para que el pelotón fuera
organizado a pelear
por su amigo personal
 el general Juan Contreras.

A Cabral se le asignó
cubrir el ala derecha,
una zona más estrecha
a su orden recibió.
Con esta acción se ignoró
el vasto conocimiento
que tenía de esos asientos
el aún novel militar,
esto salió a relumbrar
tras su desenvolvimiento.

Faustín Soulouque, dispuesto
a penetrar al país
había enviado aquí
un ejército muy presto.
Estaba el mismo compuesto
por doce mil milicianos
que marchaban a esos llanos
 de San Juan de la Maguana
para imponer su macana
sobre los dominicanos.

La tropa de Juan Contreras,
el amigo de Santana,
extraviada en la sabana
se dispersó en la carrera.
Creyó que el haitiano era
dueño de la situación,
¡había desorientación
en los tres mil milicianos.
Juan Contreras, de las manos,
había perdido el timón.

Ante situación tan mal,
el corazón de un guerrero
se torna en un lobo fiero
tras el avance rival.
Es José María Cabral
que con su capacidad
logra rehacer la unidad
de la fuerza dispersada,
 ¡entonces, en desbandada
el haitiano ruin se va.

El Duque de Tiburón,
Antoine Pierre, que era
comandante de promesa
de la fuerza de invasión;
al verse sólo en la acción,
con su fuerza en retirada,
rendido, ante la avanzada
de nuestro gran general,
decidió firme enfrentar
una entrega consumada.

El alma del general,
conmovido ante la escena
se  lastimó de la pena
y lo quiso respetar.
Ordenó no disparar
a su rival humillado,....
¡era tarde, ya un soldado
le había quitado la vida…
con esta acción conmovida....
 Cabral se ha magnificado.

La victoria contundente
de Cabral en Santomé
llenó al país de la fe
para ser independiente.
Su arrebato irresistente
en el momento de acción
inspira a su pelotón
en el fragor del combate,
¡se confunde en el debate!
¡cuerpo a cuerpo en decisión!

Apoya con muy buen tacto
a Buenaventura Báez,
quien sabiamente lo atrae
justo en su primer mandato.
Báez le brinda muy buen trato
dándole la comandancia
de más poder e importancia
que en el país existía,
Santo Domingo sería,
 un puesto de relevancia,

Báez tuvo que abandonar
por presiones el poder,
sale al exilio, y con él,
también se va el general.
Santana, sin pestañar
toma el poder con su maña,
y con su malicia uraña
teje su mala intención
de cubrir nuestra nación
 con el pabellón de España.

Cabral, más luego aceptó
de aquél gobierno invasor
un cargo de superior
militar, que bien usó.
En sus adentros pensó,
que si fallaba Santana,
él estaba en la ventana
para tomar el poder,
sabía lo que había que hace
¡Bien lo aprendió en la sabana!

Sánchez  entonces atrae
con su caricia Duartiana
a la gente que Santana
persigue por ser de Báez.
Cabral, como un trompo cae
bailando en la caravana,
su conciencia ciudadana
lo llama hacia Sánchez ir,
¡qué se le importa morir
combatiendo en la sabana!

Sánchez ya había amarrado
los cabos para atacar,
ya en Haití, Fabré  Geffrard
el paso le había franqueado.
Se fueron los conjurados
para atacar desde Haití,
pensaban entrar aquí
por tres frentes ya planeados,
todo estaba organizado
para un retorno feliz.

La expedición fracasó,
Gaffrard presidente Haitiano
que ofreció darle la mano
al final, no se atrevió.
Una flotilla envió
España a Haití a amenazar,
dispersa pues, al azar,
 la expedición se ha quedado,
 Sánchez, no bien noticiado
se lanzó al reto final.

Sánchez, hecho prisionero
por los lados del Cercado
había sido delatado
por un necio personero.
Santiago De Oleo, un mero
oportunista traidor,
tendió trampa al  rededor
de Sánchez y su avanzada.
Sánchez cayó en la emboscada
de aquél servil sin honor.

Cabral, al ver abortada
la  útil conspiración
desvió su pelotón
marchándose en retirada.
Con una nota enviada
a Sánchez, el día anterior,
cuida su glorioso honor
pues con esto manifiesta
que su actitud es correcta,
y que jamás es traidor.

Cabral se fue al exterior,
 pero volvió cierto día
acogido a una amnistía
que brindaba el invasor.
Pero, otra vez el temor
del poder anexionista
desconfía del progresista
y honorable militar,
vuelve al exilio Cabral…
no lo querían a la vista.

Y en ese ir y venir
retorna un día nuevamente,
pero en la patria ya siente
los vientos del porvenir.
Ahora le toca asistir
como bravío centinela
a dar soplo a la candela
para la Restauración,
¡otra vez vuelve a la acción...
y es héroe en La Canela.

Un titulo de alto honor
se le otorgó a su eminencia,
subiendo a la presidencia
le llamaron ¡Protector!
No mucho duró el fulgor
de su estrella en el poder,
 a poco comenzó a arder
la leña de la ambición,
él mismo atizó el fogón:
 ¡La ambición no andaba en él.

Se brindó para traer
a Buenaventura Báez,
él mismo, otra vez lo trae
para entregarle el poder.
¡ Miren, qué gesto tan fiel,
qué desprendimiento había
en el hombre que tenía
poder para resistir
¡vivió para combatir:
ambiciones no tenía.

Pero Don Buenavantura,
que si ventura tenía
sólo era porque quería
vivir siempre en las alturas.
Ya soñaba en la aventura
de hipotecar la nación,
era como una obsesión
su vida engreída y vana,
¡Igual que Pedro Santana,
 su sueño era la anexión.

Y Cabral así camina,
con desprendimiento tal,
acepta desempeñar
un cargo que bien domina.
Jefe de Guardia  y Marina,
un cargo que es muy cercano
al poder más soberano
que se podía tener,
tiene el cargo buen poder...
¡las armas están a mano.

Eso nos puede indicar
cómo cambiaban las cosas,
en épocas belicosas
de nuestro mundo local.
Buenaventura, al soñar
quedarse en la presidencia
encontró la resistencia
que no pudo resistir,
y tuvo que dimitir
rápido ante tanta urgencia.

Y Cabral y Luperón
luego de tal sacudida
buscaron una salida
para salvar la nación.
Hallaron la solución,
e idearon de inmediato
mediante un urgente pacto
con otros patriotas más,
volver al país la paz
conformando un triunvirato.

El papel del triunvirato
era llamar a elecciones,
 Cabral, por sus condiciones
era el mejor candidato.
Y así fue, el voto sensato
se asentó firme en Cabral,
éste empezó a gobernar
en su segunda ocasión
confiando en que la nación
siempre lo iba a respaldar.

Pero una nube opacó
el sol de sus claros días
cuando un mal negocio hacía
con el país que él salvó.
Estados Unidos vio
que Samaná es muy boniiiiiito
y querían un negocito
muy boniiiiiiiiito, para ellos,
querían nuestros cayos bellos
a cambio de unos chelitos.

El negocio fracasó,
este vil y ruin contrato
a  Cabral, por insensato,
hasta el cargo le costó.
Luperón le retiró
la amistad que le tenía,
nuevamente se metía
el retraso en la nación,
y Cabral, de ese jalón
del poder se despedía.

Entonces vinieron  daños
que la nación padeció,
período que se llamó
Gobierno de los seis años.
El país era un rebaño
con falta de un buen pastor.
era miseria y dolor
bajo un gobierno inhumano,
¡un dictador a dos  manos
implantando su terror.

Báez, con todo su orgullo
seguía ejerciendo el poder,
como si esto fuera de él,
¡amarrados como andullos!
Y otra vez viene el embullo
de sus locas ambiciones
soñando con anexiones
como todo un hacendado
que está vendiendo un ganado
y todas sus plantaciones.

Y regresan las ofertas
para arrendar la bahía
pero el Norte la quería
a precio de vaca muerta.
Por fin se cierra la puerta
con ciertas prerrogativas
rechazaron el negocio,
se les esfumó a los socios
la aspiración negativa.

El senado Americano
rechazó aquella anexión,
diferencias de opinión
entre los Republicanos.
Pero los dominicanos
recibían con alegría
el rechazo que se hacía
a esa cruel negociación,
con la cual nuestra nación
entregaba su bahía.

Cabral, en el suroeste
con sus fuerzas agrupadas
se metía en nuevas jornadas
para darle a Báez su fuete.
A más gente compromete
en contra del dictador,
ya el ánimo es un clamor
que se extiende francamente,
y Báez, con  su contingente
se defiende con ardor.

Al  fin, esa dictadura
como todas las demás,
en nuestra historia tendrá
merecida sepultura.
Aunque se crea con gordura,
por alguna puerta sale
y los seis años fatales
encontraron su salida
con una buena batida
de Ignacio María González.

Murió Cabral victorioso
y ya en avanzada edad,
hacia su rancho se va
para pasarlo en reposo.
¡Con qué orgullo, y con qué gozo
se va este viejo al hogar,
con el placer de llegar
a la edad de la experiencia,
sabiendo que su existencia
la brindó sin descansar.

Pobre murió, porque quiso,
porque tuvo la ocasión
de volverse un ricachón
como cualquier otro hizo.
¡Él   tenía un compromiso:
el de darse con esmero;
el de entregarse sincero
sin vender su vida fiel!
¿Y cómo se iba a vender?
¡Si  era ajeno por entero.

 © Gabriel Moquete
  Historia Rimada

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