Las
estrellas extenuadas,
ya
sin guiños, ni latidos,
palpitaban
lentamente,
como
gotas de rocío.
Nubes
sin color, opacas,
parecían
estampadas
bajo
un enorme paraguas.
Silenciosa
estaba el alma,
silencio
de honda distancia,
de
penumbra y de nostalgia,
de
madrugada sin alba.
En
una esquina del cielo
casi
sobre el horizonte,
allí
estaba,
tan
delgada,
que
sentí pena al mirarla.
Y
brotaron estos versos
bajo
la noche apagada,
a
media luna nacieron
de
lo profundo del alma.
© GABRIEL MOQUETE
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